El Deportivo cae a Segunda 20 años después. Durante ese tiempo, se han logrado títulos, se han ganado partidos imposibles, se ha podido con monstruos antes inabordables. Pero yo prefiero quedarme con las sensaciones imborrables de ese período de tiempo. Algunos de los mejores momentos de mi juventud tuvieron Riazor como escenario, y como yo, toda una generación de aficionados que maduraron con el equipo y descubrieron la autoestima de amar unos colores sin necesidad de adoptar otros de fuera. Quizás esos pequeños detalles (la imagen fija de la infancia con los banderines de plástico blanquiazul, la risa incontenible de pura felicidad tras un hat trick de Bebeto en apenas 45 minutos, el sonido seco del larguero silenciando un estadio tras recibir un impacto de Matthias Sammer, ver a pie de campo con tu padre una improbable remontada europea) valgan más que un trozo de metal. Evocar esas sensaciones es lo que provoca la congoja en estos momentos.
El final de una época dorada lo marca un descenso tras el que muchas cosas cambiarán, unas por necesidad y otras por el propio peso de la situación deportiva. Se abre una época de incertidumbre económica, institucional y a nivel de equipo donde sólo queda una certeza: el apoyo incondicional de la afición, modélica hasta el final (salvo los lamentables incidentes a la salida del estadio de jugadores y periodistas que unos pocos protagonizaron). Y, aunque el dolor haga que esta afirmación sea un poco fría en medio de la emoción reinante, también será un proceso interesante: confeccionar un equipo competitivo en Segunda es un trabajo arduo de planificación y de conocimiento de la categoría, un reto para el Dépor, que será el equipo al que todos querrán ganar la temporada que viene.
Algunas de estas cosas habrán pasado por la cabeza y el corazón de Valerón cuando buscaba consuelo en el centro del campo de Riazor, donde él mismo transmitió esas sensaciones grabadas a fuego en las mentes impresionables de algún joven aficionado al fútbol; donde él mismo sonrió con la pura felicidad de quien disfruta simplemente con el juego; donde finalmente lloró las lágrimas del descenso, encarnando mejor que nadie la gloria y la decepción de un ciclo maravilloso de 20 años. Y espero también que la esperanza de un retorno lo más rápido posible.
Texto Original de Manuel Piñeiro:
2 comentarios:
Que buena foto Juan. Un saludo.
Muchas gracas por tu comentario Julius¡¡¡
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